Palabras de Ramón Villares
Luis Caramés, economista brillante y culto, perteneciente a la primera promoción de la Facultad de Económicas de la Universidade de Santiago, acaba de dejarnos de forma inesperada. Fue una persona inquieta y curiosa, de gran pericia profesional en el campo de la Hacienda pública, abierto al ancho mundo y dotado con una gran capacidad de gestión en diversos campos. Y, por encima de todo, era un cultivador impenitente de amistades y de relaciones. Dentro de sus muy variadas actividades y proyecciones públicas, creo que hoy debo recordar su vinculación con Belarmino Fernández Iglesias y con la Fundación del mismo nombre que el empresario originario de Rosende asentó en su parroquia natal, en el pazo de Ribas.
La presidencia de esta Fundación era la ocupación de Luis en los últimos tiempos y nada podía ser más acaído tanto para la institución como para las cualidades de su actual presidente. Parece que la Fundación fuese creada para que algún día estuviese presiduda y gestionada por una persona como Luis Caramés, no solo por su condición de economista, sino por los estrechos vínculos que fue tejiendo tanto con la comarca de la Ribeira Sacra como con Brasil y, muy especialmente, con la ciudad de Sao Paulo.
Como economista del sector público y como ciudadano gallego consciente, mostró desde hace muchos años un gran interés por el mundo de la emigración y por las figuras que, en la Galicia americana, lograron levantar empresas -lo que no es poco- y tener preocupación por la cultura y por devolver a su tierra parte de sus éxitos. Belarmino Fernández Iglesias, conocido sobre todo por ser dueño de la cadena de restaurantes Rubaiyat, pero también por su apoyo a centros educativos en la ciudad paulista, fue un ejemplo de ese tipo de emigrante que, provisto de un dólar cuando llegó al puerto de Santos, fundó un imperio económico y, después, una institución de cultura y de servicio a sus paisanos.
Luis Caramés entró muy pronto en la red de relaciones con Belarmino y los empresarios gallegos en el exterior. Recordó la memorable sesión en que fue inaugurada la Escuela y, desde luego, los encuentros que organizó en el pazo de Ribas, donde nunca faltaban empresarios brasileños y gallegos, porque la presencia periódica de Belarmino y de su familia en Rosende era una ocasión excelente para mantener vivas las relaciones entre la sociedad gallega y la brasileña.
Pero la Fundación era algo más que un pasatiempo de indiano rico. Desde el principio fue un polo de referencia para toda la comarca y una antena de Brasil en Galicia. La incorporación de Luis Caramés a su gestión abrió muchas esperanzas, que ya estaban convirtiéndose en realidades fecundas, promoviendo una gran presencia pública de la Fundación en la sociedad gallega o a través de alianzas con otras instituciones, como la portuguesa Fundaçâo Casa de Mateus, en Vila Real.
La Fundación Belarmino Fernández Iglesias seguirá viva, contando con dos referentes imprescindibles: la de su fundador y la del actual presidente ejecutivo, Luis Caramés, cuya muerte está siendo tan sentida en la sociedad gallega. Hoy es un día de luto para la Ribeira Sacra y para la Galicia de ambos mares, pues en ella está incluida también la emigración americana.